Tuesday, July 17, 2018

Flor de cerezo



This story came to me in peace and gentleness  Lo escribo en inglés por que siento que con esas palabras lo describo mejor. En esos días la compañía fué tan necesaria, como esa mañana a solas. Ese día tomé una ruta distintos a uno de mis bosques favoritos en el mundo. Apenas ví a alguna persona en el lugar, pero no había miedo. Tampoco había muchas flores, pero sí había la emoción ante la antelación de la primavera. Estar cerca de agua, en especial aquella que fluye; constituye sin duda uno de mis mayores placeres en esta vida. El otro lo es estar rodeada de naturaleza. Igual que la compañía de mis abuelos, siempre aprendo algo. A veces es un susurro que no comento. En otras son peces nadando y jugando hasta donde está la corriente. Esta historia vá dedicada a todas las personas de manos trabajadoras, ásperas, cortadas y cansadas, como las de mis abuelos. También a los que han trabajado tanto que tienen zanjas en el cráneo de tanto cargar agua. Mi abuelo Pedro (Pollín) era tan fértil, que hasta su cabeza parecía que acababa de ser arada.
Pero sobre todo, a eso resilentes, que deciden extender su bondad, sin esperar más.


---------------------------------------------------------------------
Sucedió que el árbol se enamoró del riachuelo.
Y es que sus raíces se sentían cada vez más a gusto en aquella tierra húmeda. Poco a poco el árbol de flor de cerezo se fué estirando hasta poder ver su reflejo. Sus extremidades fueron alargándose más y más, hasta crearle una fluída  curvatura.

En una ocasión el río creció a sus anchas y casi lo arrebata de sus cimientos.  El río es río. No tenía otra manera, sino la de fluir. Los peces juguetones a veces picoteaban de las raíces y flores del árbol. El árbol comenzó a entristecer. Pero al estar tan sumergido, cómo se regresa a tierra? Mientras el río, parecía a veces un caminito de agua y se abría paso a nuevos cauces.

Una mujer que constantemente buscaba agua en el área, lo observaba y pensaba en lo glorioso que solía ser. Mientras lavaba sus manos resecas y gruesas, se comparó con aquel árbol. Inmediatamente fué y le acarició. En ese momento, migajas de corteza muerta se desprendieron de ambos. La mujer agarró baldes y comenzó a bañar su sequedad. Decidió agarrar el pedazo de madera que constantemente cargaba en sus hombros para balancear su agua y la colocó debajo de la rama caída del árbol. Se quitó la banda de su frente, se secó el sudor y la amarró al árbol.
Ese día hubo menos agua en su hogar. Pero sintió un paz que no había sentido en mucho tiempo.

El árbol siguió buscando al río, el río siguió cruzando surcos. Eventualmente el árbol se convertiría en uno de los árboles más fuertes y rosados del área. Gente comenzó a frecuentar el área para ver su esplendor. La mujer enseñó a otras generaciones a levantar árboles caídos.     El río cambió de cauces,  pero nunca dejó de frecuentar los árboles.
Han pasado más de 1,000 años en Japón.
Y aún se siguen viendo los soportes de madera: tocando árboles, tocando ríos.

No comments:

Post a Comment